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Un niño desafiante: ¿qué es normal y cuándo preocuparse?

Un niño desafiante: ¿qué es normal y cuándo preocuparse?

Berrinches, discusiones y desafíos: estos comportamientos son comunes en muchas familias y, a veces, se prolongan, causando frustración tanto en los niños como en los adultos. ¿Es solo una rabieta ocasional o se trata de una etapa de desafío más prolongada?

El desafío y la fase de desarrollo de la propia voluntad son parte del desarrollo normal del niño. En esta etapa, el niño practica habilidades importantes como tolerar la decepción, afirmar su propia voluntad y afrontar situaciones difíciles.

El apoyo de un adulto y un modelo adecuado para gestionar estas emociones fuertes es fundamental. La forma en que el adulto maneja estas situaciones es una oportunidad de aprendizaje clave para el niño. La edad del desafío es una fase normal en el desarrollo de un niño en edad preescolar, antes de la primaria. Sin embargo, en ocasiones, el comportamiento desafiante y las rabietas pueden volverse excesivos, ser parte de un problema de autorregulación o impulsividad, o reflejar una situación de malestar, trastorno o estrés en el niño o en la familia.

¿Cuándo la edad del desafío se prolonga?

A veces, la etapa del desafío se extiende, y el niño parece estar siempre irritable, propenso a explotar y difícil de calmar si no consigue lo que quiere. Las rabietas pueden durar mucho tiempo, y los padres, la guardería o la escuela pueden sentirse impotentes al intentar calmar al niño. Si se cede a las demandas del niño para evitar el conflicto, el comportamiento desafiante puede reforzarse, ya que el niño aprende que «funciona» y obtiene lo que quiere.

Desde una perspectiva educativa, los padres también deben enseñar a los niños a afrontar las decepciones (límites, prohibiciones, etc.) para que desarrollen la capacidad de tolerar emociones negativas. Todos nos sentimos mejor en nuestra zona de confort y con emociones positivas, pero son las emociones negativas las que realmente ponen a prueba nuestras habilidades de autorregulación y habilidades sociales. La edad del desafío y de poner a prueba los límites es parte del desarrollo normal de un niño. Sin embargo, el comportamiento violento o antisocial persistente no es normal y debe ser atendido.

¿Qué significan las rabietas y el comportamiento desafiante del niño?

Las rabietas y el desafío pueden tener diferentes causas. Vale la pena investigar qué está detrás del comportamiento del niño.

Por ejemplo, el niño puede sentirse sobrecargado o estar enfrentando demasiadas demandas, como las relacionadas con un bajo rendimiento en la escuela, dificultades de adaptación a cambios (divorcio, mudanza, nuevos miembros en la familia, nacimiento de un hermano, enfermedad o pérdida de un familiar). Además, la enfermedad física o psicológica de un adulto también puede afectar al niño y llevarlo al límite de su resistencia y comportamiento.

Un niño desafiante también puede necesitar más atención y conexión emocional con un adulto. A veces, el niño puede tener un trastorno del desarrollo (como un trastorno del lenguaje) que dificulta su capacidad para expresarse y gestionar sus emociones. La impulsividad también puede ser un signo de un trastorno neuropsiquiátrico. El niño podría estar traumatizado o padecer un trastorno del estado de ánimo, o la familia puede haber desarrollado un ciclo de comportamiento negativo por varias razones. Los niños que se encolerizan fácilmente y muestran agresividad inmediata suelen ser menos atentos, más impulsivos y, en muchos casos, tienen ansiedad.

Desde el punto de vista del tratamiento, la regulación del comportamiento de un niño pequeño es más eficaz cuando se trabaja con los adultos que están a su alrededor (familia, guardería, escuela, actividades extracurriculares). Se debe apoyar el desarrollo de habilidades comunicativas, recompensar el comportamiento positivo, tratar de entender la ira y el desafío del niño, y anticipar situaciones difíciles para evitar que se intensifiquen.

Cuando un niño aprende a reconocer y gestionar sus emociones, como la agresión, en un entorno seguro, experimenta un crecimiento personal y desarrolla la capacidad de protegerse. También es fundamental reconocer y afrontar emociones negativas como la tristeza, la ansiedad, la decepción, los celos, la vergüenza, la envidia y la rabia. Si esta etapa se maneja adecuadamente, el niño puede volverse más independiente y aprender a separarse de manera saludable de sus cuidadores.

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      La edad del desafío de un niño también afecta a los adultos

      El comportamiento de un adulto en una situación frustrante es un modelo importante para el niño. Es esencial que el adulto se detenga a reflexionar sobre su propia reacción cuando está enfadado o responde a la rabia de un niño. ¿Estoy comportándome de una manera que ayude a mi hijo a calmarse? ¿Cómo puedo ayudar a mi hijo a gestionar su ira de manera adecuada? ¿Estoy dando el ejemplo adecuado al no ceder al enfado o hacer un berrinche yo mismo?

      Es útil que un adulto se pregunte qué está causando la rabieta del niño, si es capaz de tolerarlas y si está respondiendo con suficiente madurez. Se ha demostrado que un entorno de crianza duro, impredecible o amenazante puede enseñar al niño patrones de comportamiento violentos. Si un niño crece bajo una disciplina autoritaria y severa, es más probable que agreda a otros cuando se siente frustrado. Por otro lado, un niño criado sin límites claros, cuando se enfada, podría recurrir a amenazas o chantajes.

      Muchos adultos experimentan emociones negativas al ver que un niño desafía y se enfurece. Puede surgir una sensación de impotencia e inseguridad, y la sensación de no saber cómo abordar la situación. La confusión también puede provenir de no comprender el comportamiento del niño o de la incomodidad ante las propias reacciones emocionales del adulto. A menudo es útil que el adulto examine sus propias acciones en situaciones en las que el niño pierde el control.

      Además, fortalecer la relación entre el niño y el adulto es fundamental, ya que el desarrollo de las habilidades de autorregulación depende en gran medida de la capacidad del adulto cercano para enseñar y modelar este comportamiento. Un adulto puede apoyar a un niño mientras trabaja en el manejo de sus emociones. Es crucial apoyar el reconocimiento y la nomenclatura de las emociones, así como brindar al adulto la confianza de que este desafío puede superarse.

      A nivel individual, se pueden reforzar las habilidades de autorregulación del comportamiento del niño y, en ocasiones, ofrecer apoyo terapéutico para ayudar a controlar la agresión violenta. Algunos síntomas, como la preocupación excesiva por los detalles o la impulsividad, pueden ser malinterpretados como un comportamiento desordenado, cuando en realidad son parte de un trastorno subyacente.

      Contar con la ayuda de un profesional

      En Centro Lapsi ofrecemos psicoterapia individual de niños y terapia familiar, enfocándonos especialmente en tratar las dificultades psicológicas durante la infancia y la etapa escolar. Nos dedicamos a abordar trastornos y dificultades que surgen en esta etapa crítica, buscando también estrechar el vínculo entre los padres y el niño.

      Si un niño presenta, durante varias semanas, los síntomas o dificultades que hemos mencionado, es recomendable consultar a un especialista en niños. Con el apoyo profesional, se trata de identificar las causas del malestar y brindar el acompañamiento necesario para favorecer su desarrollo emocional.

      Tuulikki Trias

      Tuulikki Trias

      Directora del Centro LAPSI

      ¿Quién soy?

      Psiquiatra y psicoterapeuta, especializada en niños y adolescentes.
      Tengo especial interés en la psicología perinatal, la primera infancia (0-3 años) y en el trabajo psicoterapéutico del primer vinculo de la madre/padre y el bebé.
      Especializada en psicología de gemelos.