blog de psicología, perinatalidad y psiquiatría
Un adolescente inquieto y ausente: la desconexión emocional y los desafíos psicológicos

Es común que los jóvenes experimenten momentos de distracción o que se encuentren «soñando despiertos», ya que su mundo interno está en constante evolución. Estos estados de ánimo son parte natural del proceso de crecimiento, pero cuando la inquietud o la desconexión emocional se vuelven permanentes, pueden interferir en la vida cotidiana del joven. Las dificultades para concentrarse, el exceso o la falta de estimulación, y los síntomas de ansiedad o depresión son señales que merecen ser atendidas.
Cuando un joven se encuentra permanentemente sobre o subestimulado, esto puede reflejarse en su capacidad para funcionar en actividades diarias como ir a la escuela, realizar pasatiempos o incluso cuidar de sus necesidades personales. Si la inquietud o la «ausencia» (la sensación de estar desconectado) afectan significativamente su vida, es importante considerar las causas subyacentes junto con un profesional.
Hiperactividad leve o ausencia intermitente: respuestas naturales a los desafíos
La adolescencia es una etapa marcada por cambios emocionales y físicos que, en ocasiones, pueden generar hiperactividad o, por el contrario, una ausencia emocional o desconexión. Estos estados no siempre son motivo de preocupación, ya que pueden surgir como reacciones naturales ante situaciones más intensas o desafiantes. Por ejemplo, los exámenes, las presentaciones o nuevos entornos sociales pueden hacer que muchos jóvenes experimenten una breve sobreestimulación o una falta de energía, ya sea por ansiedad o por los efectos de la presión social.
Estos cambios de ánimo son comunes y suelen ser temporales. Aproximadamente una cuarta parte de los adolescentes pueden experimentar síntomas leves de ansiedad o depresión que se manifiestan de forma transitoria. Para muchos jóvenes, el simple hecho de poder hablar sobre lo que están viviendo con un adulto de confianza puede ser un gran alivio. Hablar sobre sus preocupaciones y emociones es una de las maneras más eficaces de ayudar a que el joven recupere el equilibrio.
Sin embargo, si los síntomas persisten durante varias semanas y afectan negativamente la capacidad del joven para interactuar socialmente o llevar a cabo tareas cotidianas, es momento de considerar la situación de manera más profunda.
Cuando la inquietud o la ausencia se vuelven duraderas
En algunos casos, la inquietud prolongada o la ausencia emocional continua pueden ser indicativas de algo más grave, como un trastorno de ansiedad o síntomas depresivos persistentes. Estos trastornos emocionales pueden generar un estado constante de sobreestimulación (donde todo parece abrumador) o de subestimulación (una desconexión emocional o una sensación de vacío). Además, los jóvenes que enfrentan traumas previos — como el acoso escolar, la exclusión social — pueden experimentar estos síntomas como una forma de respuesta a esos eventos traumáticos.
Es crucial que los síntomas de ansiedad, depresión o trauma sean evaluados por un profesional de la salud mental. Si la ansiedad o la depresión están detrás de los síntomas de hiperactividad o desconexión, se deben tomar medidas para abordar las causas subyacentes de forma adecuada.
Dificultades de atención, concentración y aprendizaje: un elemento clave
Otro factor que a menudo está presente en la inquietud prolongada de los jóvenes son las dificultades de atención y concentración, que pueden estar relacionadas con trastornos como el TDAH (Trastorno de Déficit de Atención e Hiperactividad) o con dificultades de aprendizaje. Los jóvenes con estas condiciones pueden sentir que el mundo a su alrededor es abrumador, lo que les lleva a desconectarse o a sentirse incapaces de concentrarse en las tareas escolares, sociales o familiares.
Si un joven está constantemente inquieto y tiene problemas para asistir a la escuela o participar en actividades cotidianas, es importante investigar si hay dificultades de atención o problemas de aprendizaje detrás de la situación. Estos síntomas no suelen aparecer de forma repentina; en muchos casos, los padres y educadores pueden haber notado estos comportamientos desde la infancia. Identificar y tratar estos trastornos temprano puede prevenir problemas más graves en el futuro.

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El consumo de sustancias y sus consecuencias: un riesgo creciente
La adolescencia también es una etapa en la que muchos jóvenes experimentan con drogas o alcohol. Si los síntomas de sobreestimulación o falta de estimulación van acompañados de cambios en el comportamiento, como ausencias no explicadas de casa, un círculo social diferente o síntomas de trastornos conductuales, es importante considerar la posibilidad de que el consumo de sustancias esté influyendo en su bienestar.
Los primeros experimentos con drogas en la adolescencia a menudo están vinculados a un deseo de escapar de problemas emocionales o psicológicos subyacentes. En muchos casos, el uso de sustancias es una forma de «automedicación», donde el joven trata de manejar la ansiedad, la depresión o el dolor emocional. Cuanto antes comience un joven a experimentar con sustancias, más probable será que exista un trastorno de salud mental que esté detrás de esa conducta.
Es fundamental que los padres y adultos responsables hablen abiertamente sobre el consumo de sustancias con los jóvenes, sin juicios ni estigmas. La intervención temprana puede evitar que el uso de drogas se convierta en un problema mayor y ayudar a reducir el riesgo de desarrollar trastornos por abuso de sustancias. El diálogo abierto y honesto sobre las emociones y el consumo de sustancias puede prevenir el empeoramiento de los síntomas emocionales y promover una salud mental más sólida.
Intervención Temprana: La Clave para Prevenir el Desgaste Emocional
La intervención temprana es esencial para evitar que los síntomas emocionales, psicológicos o conductuales se profundicen. Si un joven está experimentando inquietud constante, desconexión emocional o síntomas relacionados con el consumo de sustancias, es importante buscar ayuda lo antes posible. En muchos casos, esto implica hablar con un profesional de la salud mental, que puede proporcionar una evaluación integral y ofrecer recomendaciones sobre el tratamiento adecuado.
Los jóvenes no deben enfrentar estos desafíos en solitario. La intervención de los padres, educadores y profesionales de la salud puede ayudar a proporcionar el apoyo necesario para que el joven recupere el control sobre su vida y bienestar emocional.
Conclusión
La juventud es una etapa de exploración, crecimiento y desafíos. Si bien es normal que los jóvenes experimenten momentos de inquietud o ausencia emocional, cuando estos síntomas se vuelven prolongados o graves, es crucial abordar la situación de manera rápida y efectiva. La prevención, la intervención temprana y la apertura al diálogo son fundamentales para garantizar que los jóvenes puedan atravesar esta etapa de manera saludable, sin que los síntomas emocionales se conviertan en un obstáculo para su desarrollo.
Al reconocer las señales de advertencia y buscar ayuda, se puede evitar que la inquietud prolongada o el consumo de sustancias se conviertan en problemas más graves, permitiendo que los jóvenes prosperen en su camino hacia la madurez emocional y psicológica.
Contar con la ayuda de un profesional
En Centro Lapsi ofrecemos psicoterapia individual de adolescentes y terapia familiar, enfocándonos especialmente en tratar las dificultades psicológicas durante la adolescencia. Nos dedicamos a abordar trastornos y dificultades que surgen en esta etapa crítica, buscando también estrechar el vínculo entre el joven y sus padres.
Si un hijo/a presenta, durante varias semanas, los síntomas o dificultades que hemos mencionado, es recomendable consultar a un especialista en adolescentes. Con el apoyo profesional, se trata de identificar las causas del malestar, hacer una evaluación diagnostica y brindar el acompañamiento necesario para favorecer su desarrollo emocional.

Tuulikki Trias
Directora del Centro LAPSI
¿Quién soy?
Psiquiatra y psicoterapeuta, especializada en niños y adolescentes.
Tengo especial interés en la psicología perinatal, la primera infancia (0-3 años) y en el trabajo psicoterapéutico del primer vinculo de la madre/padre y el bebé.
Especializada en psicología de gemelos.